22 may 2011

Acerca de los Hechos Previos a la Muerte del Joven Rubén

- Rubén, ¿en qué va este tema? – exclama Arturo mientras sacude un fajo de papeles con su mano derecha.

Rubén, justo en ese instante, se encontraba escribiendo algo en un procesador de texto, en su computador personal, escuchando música a través de sus audífonos. A través del rabillo de su ojo izquierdo, notó el fajo de papeles que se agitaba pero no escuchó la pregunta. Al instante, Rubén dirigió su atención hacia Arturo, quien todavía agitaba el fajo de papeles, y procedió a detener la música con un “click” y a reposar los audífonos sobre su cuello.

- ¿Ah?
- ¿En qué va a este tema, Rubén?

Rubén, perplejo, bajó la vista a tres cuartos y su expresión, inconscientemente, se llenó de confusión total.
- … ¿Ah?
- ¿Es que no presta atención?
- Sí señor, me está preguntando por un tema, pero no sé a cuál se refiere.
- ¡Pues a éste! – exclamó Arturo mientras azotó el puesto de Rubén con el fajo de papeles, dejándolo inerte bajo sus narices. Rubén se quitó los audífonos completamente, tomó el fajo de papeles, lo enderezó y lo organizó para ver de qué le hablaban.
- Ah, la cancelación de TUTIPLÉN…
- Sí. ¿¡En qué va este tema!?
- Pues, doctor, el tema siempre ha sido el mismo, no sé a qué se refiere…
- ¿Ah? – Ahora es Arturo el estupefacto.
- ¿Qué quiere saber exactamente?
- ¡En qué va el tema!
- ¿Es decir la cancelación? ¿Quiere saber en qué va la cancelación de TUTIPLÉN?
- ¡Sí, por Dios! ¡¿En qué va eso!?
En este estado de la conversación, Rubén sonríe con satisfacción, al creer saber por fin qué es lo que Arturo indaga con tanta vehemencia.
- Es que, doctor, una cosa es el tema de la cancelación de TUTIPLÉN, y otra cosa es la cancelación de TUTIPLÉN…
- Por favor – dice Arturo mientras sacude su mano derecha en señal de desaprobación a la explicación no solicitada --, nada más dígame en qué va el tema, que se me colma la paciencia…
- Otra vez con el tema – pronunció Rubén para sí con decepción, y volvió a su estado inicial de confusión --. Pensé que le había entendido, pero me equivoqué…
Arturo entró en absoluta cólera.
- ¡No me tome del pelo! Necesito hacer un informe para Rubisam para esta tarde y tengo mil vainas pendientes por hacer, ¿¡en qué va el tema!?
- …

Rubén, ante tanta presión, solicitó paciencia a su jefe y optó por llamar al archivo a pedir el expediente. Observando el listado de extensiones que se encontraba al pie de su teléfono, marcó con seguridad la extensión indicada, pero le contestó Yudith, una amable señora que hacía las veces de recepcionista del bufete.

- ¿Aló?
- Hola Yudith, ¿por ahí está… -- Rubén indaga la lista de extensiones de nuevo para recordar el nombre del encargado del archivo-- … Jáider?
- No, salió a conseguir un tema urgente fuera de la oficina.
- ¿Conseguir… Un tema urgente? – repitió Rubén, con total desconcierto.
- Sí señor, para el jefe.
- Pero yo le pude haber dado un tema urgente, es más, ¡varios! La corrupción estatal, el calentamiento global, el racismo en el siglo XXI…
- … ¿Ah?
- ¿Y a qué hora vuelve?
- No sé…
- Gracias, Yudith…
- ¡Apenas vuelva yo le digo que le timbre!
- Listo Yudith, gracias – Rubén cuelga el receptor y ahora se dirige a Arturo --. Doctor, no tengo acceso al expediente, Jáider salió a hacerle una vuelta a usted, según me dijo Yudith…
- No, no, no, no – Arturo se frota sus antebrazos, los cuales se encontraban remangados hasta los codos --, qué temita con ese muchacho, ¡nunca está en su puesto! ¡Qué temita! Rubén: baje al archivo, busque el expediente de TUTIPLÉN y me cuenta en qué va. ¡Pa’ntier!
- Sí señor.

Arturo se devuelve por donde vino, totalmente alterado y manoteando como un poseso, olvidando el fajo de papeles en el escritorio de Rubén. Éste, resuelto a satisfacer la necesidad inmediata de su jefe, bajó al archivo al cabo de unos segundos, segundos en los cuales reflexionó acerca del anterior bombardeo temático al que se vio sometido.

Recién egresado de la facultad de Derecho, Rubén había logrado conseguir trabajo en una prestante firma de abogados y ésta era su primera semana. De hecho, se trataba de su segundo día de trabajo y hasta el momento no había visto a su jefe alterado en el más mínimo grado. Apenas el día anterior, su primer día en el puesto, Arturo, en un usual gesto de amabilidad que siempre tiene con sus paralegales recién entran a la firma, invitó al muchacho a almorzar y, durante la velada, aquél se comportó como un tipo tranquilo, pero por el espectáculo que acababa de presenciar, Rubén ya temía que se tratara de uno de esos locos que cambian de estado de ánimo con la misma frecuencia con que Lady Gaga cambia de atuendos en sus conciertos.

Ya en el archivo, revisó el expediente de TUTIPLÉN, y vio que la acción de cancelación ya había sido contestada, pero aún no reposaba copia de resolución alguna, de manera que el caso seguía en trámite hasta el momento. Sin embargo, cuando Rubén iba, expediente en mano, camino al despacho de Arturo, se encontró con el dependiente de la oficina, Beto, y se vio obligado a detenerse.

- Quihubo doctor, ¡mire! Resolvieron TUTIPLÉN, la cancelaron totalmente.
- !!!
- Fresco, el plazo para presentar el recurso se vence el próximo miércoles.
- ¿¿Qué – Rubén palideció y entró en pánico -- ??

El pingüe dependiente se echó a reír en un gesto de total irrespeto por su inmediato superior.

- Jefe, ¡que fresco! Hay suficiente tiempo para contestar.
- ¿¡Pero cómo me dice que fresco si el plazo para presentar el recurso se vence mañana!? ¿¡Cómo es que se demora tanto en avisar una vaina de estas!? ¡Va a hacer que me echen sin haber recibido mi primera quincena!
- Calmado, doctor – todavía en tono de sorna --, no es para mañana, ¡es para el próximo miércoles! Fíjese, es del estado de hoy, martes. Tenemos cinco días hábiles para interponer recursos, es decir miércoles, jueves, viernes, lunes no lo contamos por el puente, martes y miércoles. No es mañana, es el próximo miércoles, ¿ve?

Al recibir esta explicación, Rubén respira hondo. No obstante, estima que este es el momento oportuno para explicarle algo a Beto.

- Beto… Mañana ES el próximo miércoles.
- No’mbre, mañana es mañana, el próximo miércoles es el próximo miércoles…
- Beto, ¿cuántos miércoles hay de aquí a mañana?

Beto rió ante tal pregunta, y con propiedad la ignoró.

- Doctor, si hubiera querido decir “mañana,” hubiera dicho “mañana.” El hecho es que se vence el próximo miércoles y no mañana. ¡Calmado! Tome esta copia y fírmeme aquí, si me hace el favor, y de paso recíbame estas otras también…

Tal despliegue de altanería le parecía insólito a Rubén, pero supo que no valía la pena ahondar esfuerzos para hacer entrar en razón a Beto, al menos no en ese instante. “Para eso habrá más tiempo después, si es que no me echan,” pensaba Rubén. Se dispuso, pues, a firmar el recibido de cada resolución, y el pingüe Beto desapareció lentamente de la escena, todavía riendo de satisfacción al sentirse, al menos momentáneamente, superior a uno de sus superiores.
Rubén volvió a su escritorio a dejar el paquete de resoluciones a un lado y a leer con calma la resolución mediante la cual la Superintendencia de Industria y Comercio cancelaba por no uso el registro de marca TUTIPLÉN, cl. 31, en Colombia.

La resolución la comprendió casi en su gran mayoría, pero lo que no comprendía era por qué en dicho acto administrativo se señalaba que “el Capítulo V de la Decisión 486 reglamenta el tema de la acción de cancelación (…)”. ¿A qué se refiere la Superintendencia de Industria y Comercio – se preguntaba Rubén -- ? Una cosa es que en dicho capítulo se reglamente la acción de cancelación contra los signos distintivos, ¿pero a qué tema se refiere, cuando dice que reglamenta “el tema” de la acción de cancelación? ¿Qué “tema”? El de la acción de cancelación, claro. ¿Pero qué necesidad había de poner “tema” ahí? “El tema”, es decir, es uno solo, El Tema. ¿Será que las diversas instituciones jurídicas, las herramientas legales, y en general cualquier cosa, puede ser entendida analógicamente como una fuga musical, y que el tema en cada cosa se constituye en el elemento principal y esencial que compone cada fuga? ¿Será así? ¿Será?

La reflexión anterior le hacía imaginar a Rubén que todo esto de hablar de temas y referirse a todo como un tema es mucho más metafísico e intelectual de lo que él podía comprender. Se refiere, entonces, el tema a la esencia de cada cosa, a aquel elemento esencial, es decir aquel sin el cual cada cosa deja de ser para convertirse en otra totalmente ajena.

Una vez leída la resolución, y revisado el expediente de nuevo, Rubén ya creía contar con información suficiente para contarle la novedad antes relatada a Arturo. Decidió dejar las reflexiones sobre los temas en general y sobre éste en particular de un lado, a medio comprender, y a concentrarse en los motivos por los cuales TUTIPLÉN fue cancelada por no uso, revisando los argumentos de la Dirección de Signos Distintivos de la Superintendencia de Industria y Comercio, y las pruebas y argumentos radicados en su momento.

Así, subió las escaleras y fue hasta el despacho de su jefe. La puerta se encontraba abierta, y Arturo estaba hablando por teléfono. Éste vio a su subalterno al lado de la puerta, y le hizo un ademán de bienvenida con su mano derecha, mientras continuaba su conversación.

- Siíiií, sí, sí, sí… Siíií, sí, sí, sí… El tema es así. No, Juanchito, ¡faltaba más! Jajajaja… Sí, sí, sí, sí… Luego nos tomamos un café, o cuadramos almuerzo y le cuento de otro tema que me tiene inquieto… No, Juanchito, ¡ese es tema de otro costal! Jajajaja… Chino, lo dejo porque tengo que trabajar. En estos días le marco y… Sí… Me parece bien. Saludos a Juli y a los niños. Saludos… Chao.

Arturo colgó el auricular, y tan pronto como lo hizo, desdibujó de su rostro la gran sonrisa que sostuvo durante la conversación con Juanchito.

- ¿Cómo vamos con el tema?

Rubén no sabía qué decir, pero igual se lanzó al agua y preguntó.

- ¿La cancelación de TUTIPLÉN?
- ¿En qué va?
- ¿El no uso de la marca?
- ¿Ah?
- ¿A qué se refiere usted cuando me pregunta por el tema de la cancelación de TUTIPLÉN?
- ¿¿Pues qué tema va a ser??
- ¡Le confieso que no sé!
- !!!
- Me pide que le hable de un tema en relación con la cancelación de TUTIPLÉN, y pues no sé qué otro tema gira en rededor.
- No es un tema, ¡es el tema!
- ¿Se refiere a una canción?
- ¿Una canción?
- Sí… El Tema de la Cancelación de TUTIPLÉN…
- ¿Es que es tarado, Rubén? ¿Quién lo contrató?
- Usted, doctor, ¿es que no se acuerda?
- No cambie el tema, estamos en otro tema…
- Sí, es cierto, el tema…
- ¿Qué? ¿Ahora sí sabe de qué estamos hablando?
- Para serle franco, doctor, no. Temo que no comprendo.
- Se dice tema, Rubén.
- ¿Tema que no comprendo?
- Usted no comprende nada, Rubén. Váyase.
- …
Sin comprender absolutamente nada, Rubén camina cabizbajo hacia su puesto de trabajo a continuar con sus labores, temiendo, o temando, que su jefe ahora lo ve como un inepto y que probablemente lo va a echar antes de que le paguen su primera quincena. Se creía lo suficientemente capaz de abordar una conversación profesional e inteligente con su jefe, pero el tema del tema le pudo. En efecto, nadie le había hablado del tema nunca antes en su vida. Ni sus papás, ni sus hermanos mayores, ni sus profesores en el colegio, ni aquellos de la Universidad. Esto del tema parecía bien complicado, incluso mucho más que las distinciones entre fuente, título y modo, que tantos dolores de cabeza le propiciaron en la facultad de Derecho. ¿Será por esto que Temis se llama así?

A esta altura de indagación intelectual, Rubén se percata de la siguiente conversación, sostenida entre dos de los socios de la firma, David y Laura, en la oficina de al lado de su puesto de trabajo.

- Hola “Déivid”, ¿cómo vas?
- ¡Bien! ¿Y tú qué? ¿Cómo vas?
- Muy bien, ¡al pelo!
- ¿Al pelo? ¿Al peluche?

Ambos ríen, y hasta lagrimean por esto último.

- ¿Te estás dejando influenciar por tus hijos entonces? ¿No debería ser al revés – pregunta David, todavía riendo -- ?
- Ay, sí, ¡yo sé! No, no, no, no…
- Ojo con lo que dices, Laurita – le advierte David en tono amable --, ¡ya no tienes quince años!
- Sí, “Déivid”, ¡ay, noooo! Jajaja… Pero noo, cuéntame, ¿en qué va tu tema?
- ¿Cuál de todos, Laurita?
- El tema de tu hija.
- Ah, ¡Silvia! Ella está bien, por fin adaptándose al curso, ya con amiguitas y todo…
- Qué bueno, ¡me alegra! ¿Y cuáles son tus otros temas?
- Pues yo tengo tres hijos, entonces tengo tres temas, ¿ves?
- Claro, los hijos son todo un tema…
- Tres temas en mi caso.
- ¿Un tema que se divide en subtemas?
- Sí, puede ser… -- David se toma la barbilla y reflexiona seriamente sobre este tema.
- Claro, porque cada tema puede comprender hasta varios temas a la vez…
- Cierto. ¡Laurita! ¿Y tú cómo vas con tu tema?
- Ah, muy bien, es muy inteligente, ¡más lindo mi gordito! El sábado pasado nos recitó a todos en la sala el “Juan Matachín”, ¡una ternura! Y el domingo por la mañana…
- No, Laurita – interrumpe David --, el otro tema, el de ACUPLENDI…
- Ah, ¡EL Tema! ¡Ese sí va mal! No sé qué voy a hacer, ¿cómo voy a resolver este tema, “Déivid”? ¿¿Cómo??
- Calma, Laurita. Precisamente encontré un par de sentencias que creo te ayudarán a resolver el tema.
- ¿En serio, mi “Déivid”?
- Sí, ya te los mandé al “meil”. Les echas un vistazo y conversamos si te parece. ¿Cuándo se te vence el tema?
- Como en veinte días, mi “Déivid”. ¡Súper lindo! ¡Me quitas un tema de encima!
Laura se abalanza sobre David y le da un beso de varios segundos en la mejilla izquierda.
- Para eso estamos aquí, Laurita, ¡para resolver temas!
- Vale, voy a mirarlos ya mismo y cuadramos para lunch en estos días, ¿te parece?
- Vale, voy a estar aquí todo el día, por si acaso.
- Chaíto, hablamos más rato.
- Tema.
- Tema, tema.

Sentado en su silla, en su puesto de trabajo, Rubén a duras penas podía creer sus oídos. Escuchó atentamente la anterior conversación sin comprender la mitad de lo que dijeron. No estaba seguro de si se trataba de algún tipo de lenguaje cifrado, en el cual las palabras clave o realmente importantes eran remplazadas por “tema”, advirtiendo que había un intruso escuchando la conversación. En todo caso, Rubén sintió que si algún día iba a ser socio de la firma, estaba muy lejos de lograrlo, claro está, si es que para serlo era menester dominar a la maestría el uso y concepto del “tema”.

Así, pues, rápidamente salió Laura del despacho de su colega David, y divisó a Rubén en su puesto.

- ¡Hola Rubiel! ¿Cómo vas?
- Sí, h… Eh.

El recién graduado primero iba a saludar a Laura y a responder la pregunta, pero al escuchar que lo llamaron por un nombre que no correspondía, pensó en corregirla al instante. Ella, naturalmente, no se detuvo a escuchar respuesta alguna y se desvaneció por completo al cabo de unos cuantos segundos, siendo perceptible sólo a través de un constante y veloz taconeo que igualmente se desvanecía, aunque más lentamente que su imponente presencia visual.
¡Qué preocupación la que embargaba al joven Rubén! Si así es como se expresan los grandes y prestantes abogados, él estaba ciertamente en el primer peldaño de una gigantesca escalera, como aquella que La Novia tenía que subir para llegar finalmente a recibir enseñanza en artes marciales por parte del estricto Pai Mei. De igual manera, pensaba Rubén, y tal como en el caso de La Novia en “Kill Bill”, llegar hasta la cima, por difícil que pareciera era lo de menos, pues lo realmente complicado está en la cima.

Timbró entonces el teléfono en el puesto de Rubén. Vio en la pantallita del teléfono que se trataba de la extensión proveniente del despacho de Arturo. Titubeó por un segundo, y contestó.
- ¿Aló?
- Rubén.
- Señor.
- ¿Ya se calmó?
- ¿Señor?
- ¿Ya entiende el tema?
- ¿El tema en general?
- ¡TUTIPLÉN, Rubén! ¡TUTIPLÉN!
- La marca fue cancelada totalmente, doctor.
- Eso me acaba de contar Beto. ¿Tiene la resolución?

Al escuchar esto, Rubén sintió un breve alivio, al saber que finalmente había dado en alguno de los clavos, al menos.

- Sí señor, acá la tengo, ya la leí.
- ¿Y bien? ¿Cuál es el tema?

Otra vez, la incertidumbre se apoderó de Rubén. Sin embargo, como se encontraba en el inicio de una “buena racha,” no titubeó y respondió lo primero que se le vino a la cabeza.

- La cancelación por no uso de la marca TUTIPLÉN.
- Rubén.. Hermano…

Rubén se moría de pánico, pues efectivamente podía sentir la mano de Arturo dirigirse violentamente hacia su propia frente, en evidente señal de reprobación. Al mismo tiempo, escuchó a Arturo pujar con violencia al otro lado de la línea.

- ¿Es que usted es ruso? ¿Dónde nació usted?
- En Zipaquirá, doctor.
- ¿¿Y es que en Zipaquirá no hablan español??
- Doctor, estoy tratando de contestar a su pregunta…
- ¿¡Me está diciendo que no hablo claro!? ¿¿Es mi culpa que usted no me entienda??
- Para nada, doctor…
- Bah, ése no es el tema, otro día nos sentamos a hablar sobre el tema con calma pues evidentemente se trata de un tema importante que no da mucha espera… Tendremos que aplazar varios temas para tratar su tema antes que otros temas que también son bien importantes, y resolverlo con urgencia, pero ahora concentrémonos en TUTIPLÉN. Vamos al grano: ¿¿¿Qué dice la resolución???

Con los ánimos bien alterados, la presión arterial en vertiginoso ascenso y con copioso sudor en su frente, sus axilas y en la palma de sus manos, empezó a agitar nerviosamente su pierna izquierda de arriba hacia abajo, anclando con fuerza la punta de sus dedos en el suelo, de modo que la agitación se manifestó en todo su ser.

- Eh… Dice que la marca se cancela total… Totalmente…
- ¿¿Totalmente??
- Sí señor, totalmente…
- ¿¿Totalmente?? ¿¿Qué dicen sobre las pruebas que aportamos??
- Dicen que… Las pruebas no son suficientes para… Eh… Demostrar un uso mínimo suficiente en el mercado específico de comida para perros.
- Pero es que Rubén, ¿qué se supone que es un uso suficiente? ¿Es que acaso todas las marcas deben vender de a trescientos mil millones de pesos al mes para que no las cancelen? No todas las marcas tienen por qué ser notorias ni renombradas, ¡por Dios bendito! ¿Y qué parámetro tomó la Superintendencia para definir que las ventas de TUTIPLÉN no son suficientes? ¿Con qué lo compararon? ¿Qué sabe la Superintendencia del mercado de comida para perros? ¿Qué piensan en esa Superintendencia? No, no, no, no…
- Doctor, estoy de acuerdo con usted… Creo que deberíamos presentar recurso…
- ¿¿Cree que deberíamos presentar recurso??
Todas las manifestaciones de nerviosismo se acentuaron ante esta pregunta, la cual Rubén no sabía cómo interpretar exactamente.
- Pues…
- ¡¡Pues claro que hay que preguntar recurso!! Eso no se duda, Rubén. Así no haya argumentos para presentar recurso, siempre hay que hacerlo si la decisión no nos conviene, ¿entiende? Es por instrucción expresa del cliente y así hay que hacerlo.
- Entiendo, pero – replicó Rubén, frotándose sus sudorosas manos contra su pantalón, sosteniendo el auricular entre su hombro y su rostro, pero su jefe no le permitió continuar --…
- Hay que presentar recurso, de reposición y apelación subsidiaria. Pedro, el paralegal que había antes, y quien siempre entendía lo que yo le decía (¡en qué momento nos abandonó este muchacho!), dejó en su computador una carpeta con modelos de recursos y otro tipo de memoriales, entiendo que usted ya sabe de qué le hablo. Tome uno de esos archivos y empiece a trabajar en el recurso de inmediato.
- Sí señor.
- Yo sé que el tema se vence el próximo miércoles, pero el tema hay que presentarlo hoy mismo, para incluirlo en el reporte de Rubisam, tenemos reunión sobre el tema a las 4:00pm, entonces el tema es que el tema deberá radicarse antes del mediodía, para que tengamos copia del tema aquí en la oficina sobre las 2:30pm de la tarde, así que papito, coordine con Beto a ver cómo harán el tema y a trabajar, ¿me entiende? ¡Pa’ntier!

De esto último, fue poco lo que Rubén alcanzó a escuchar, pues sus señales de nerviosismo finalmente llegaron a un nivel tal que provocaron un colapso en su interior, de manera que su sistema endocrino se desestabilizó por completo. Involuntariamente, se orinó en sus pantalones, su pierna izquierda se desancló de manera tal que perdió todo control, y de repente se oyó una explosión al interior del bufete.

- (¡kabum!)

Por puro reflejo y con alto grado de repugnancia, Arturo retiró su oído del auricular, y lo miró con desconcierto.

- ¿Qué fue eso – preguntó Arturo para sí, mientras bajaba la escalera hacia el puesto de Rubén -- ?

Arturo bajó, y antes de llegar escuchó un terrible grito por parte de Laura. Cuando llegó al puesto de Rubén, ya estaban allí David, Laura, Beto, Yudith y otros miembros de la firma, mudos, sosteniendo sus bocas con indignación y asco. Las paredes, el computador, y en general todo el puesto de trabajo de Rubén lucía salpicado por líquidos rojos, anaranjados y de otros tonos indescriptibles, e igualmente de partículas semisólidas de texturas gelatinosas. El cuerpo inmóvil de Rubén yacía sentado sobre su silla, reposado sobre el espaldar, con la pierna derecha enderezada, la izquierda extendida hacia delante, el brazo izquierdo colgando libremente desde el hombro, y la mano derecha reposada sobre el escritorio, sosteniendo rígidamente el auricular. Pero sin duda, lo más aterrador era que el cuerpo carecía de cabeza, pues había estallado en mil pedazos. En efecto, el cuerpo, que estaba vestido de saco y corbata, tan salpicado de líquidos y cosas indescriptibles al igual que el resto de la oficina, terminaba en un orificio donde antes estaba su cuello, por el cual se asomaban un par de vértebras, venas rotas, músculos viscosos y tejidos.

Desconozco con exactitud los motivos clínicos que provocaron la prematura muerte de Rubén. Los mismos serán objeto de estudio en la autopsia esta tarde. Es decir, serán tema de otro costal.


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