14 oct 2010

Acerca de Una Escena en Una Buseta No Italiana





Nos encontramos en Bogotá D.C., poco después de la finalización de una jornada laboral, un martes cualquiera de marzo, en el interior de una buseta que transita lentamente sobre la Carrera 15, con destino al norte de la ciudad. Lentamente, en efecto, pues la calle está, como es costumbre un martes cualquiera de marzo, o prácticamente de cualquier otro mes a menos que sea Semana Santa, abarrotada de carros.


Adentro, los pasajeros se encuentran en completo silencio, silencio que se acentúa en el hecho de que el conductor apagó su radio desde hacía una hora.


Después de unos minutos el bus se detiene, el conductor abre la puerta delantera y se sube un sujeto de saco y corbata, de unos cuarenta años de edad, de contextura ni gruesa ni delgada, de un aspecto bastante normal. Dicho sujeto, al llegar al último escalón del bus, se detiene y saluda al conductor.


- Buenas tardes…


El sujeto saca un billete de su bolsillo y lo extiende hacia el conductor del bus, quien tiene unos cincuenta y cinco años de edad, igualmente de aspecto bastante sobrio. Éste, sin mirar al sujeto, contesta el saludo.


- Buenas tardes…


El conductor recibe el billete mientras el sujeto observa las hileras de sillas, agrupadas de a dos, y a los pasajeros con el fin de determinar dónde se va a sentar una vez le entreguen el cambio. Mientras tanto, el conductor lleva el billete a sus narices por dos segundos, lo deja encima de una pequeña pila de billetes, escarba un par de monedas que se encuentran al lado de los billetes, y sin revisarlas se las entrega al sujeto, quien sí las revisa y observa que el cambio estuvo bien devuelto. El bus reanuda su lenta marcha sobre la Quince.


- Gracias…


El sujeto, mientras recibía el cambio, observó que no había ventanas libres, de manera que determinó sentarse al lado de una joven que se encontraba hacia el lado izquierdo del bus y en las últimas hileras desde su perspectiva (de él), mirando fijamente por la ventana. Tenía unos veinticinco años de edad, era delgada, de cara bonita y una pinta descomplicada, sencilla y atractiva.


El sujeto se sienta al lado de la joven sin que ésta se inmute. El sujeto se acomoda sin problemas y mira hacia el frente, hasta que voltea a mirar a la joven, cuando ésta murmura un par de palabras ininteligibles.


-


El sujeto pensaba que la joven se había dirigido a él y estaba listo para pedirle que repitiera lo recién dicho, pero al mirarla se da cuenta de que ella sigue mirando fijamente a la ventana, y finalmente él se arrepiente de pronunciar palabra alguna, volviendo lentamente su mirada hacia el frente del bus.


La joven dirige breve y rápidamente su mirada hacia el reloj en su muñeca izquierda, y vuelve su mirada a la ventana al tiempo que reposa su mano sobre su regazo, situación toda que el sujeto observa desde el rabillo de su ojo.


El sujeto observa a los demás pasajeros del bus. En la hilera inmediatamente delantera se encuentra un caballero de pelo y barba canosa, también de saco y corbata. A su lado se encuentra una mujer tan elegante como se lo permite su salario mínimo. Dos hileras más adelante y hacia la izquierda del bus (desde la perspectiva del sujeto) se encuentra un adolescente con uniforme de colegio, tal vez de quince años de edad, con audífonos, entretenido probablemente con un reproductor de música digital (el sujeto, desde su silla, no puede estar seguro de esto, y yo tampoco).


El sujeto detiene su observación cuando súbitamente la joven emite unos sonidos bucales, como emulando el barrido de una escoba. Éste no se voltea a mirar, pero el caballero de adelante sí, con rostro de asombro. La mujer de adelante, que estaba cabizbaja, levanta levemente su mirada al escuchar el inusual sonido, dado el contexto.


El sujeto, sin mover su cabeza, mira a la joven, quien sigue mirando a la ventana, al tiempo que emite un nuevo sonido como de escoba barriendo. El caballero y el sujeto intercambian una muy breve mirada de consternación, y aquél vuelve a su posición natural.


Unos cuantos segundos después, la joven, quien continúa mirando por la ventana, expele sin timidez alguna un cántico salsero, con una cruda voz de tarro y a un volumen perfectamente audible a dos sillas a la redonda:


- Si te saco a pasear andas con una carota…


El sujeto voltea a su izquierda y hacia atrás, y observa que una pareja de ancianos de cejas fruncidas le observan a él, como si fuera responsable del cántico de la joven. Detrás de la pareja de ancianos se encuentra un señor calvo, dormido, y delante de la pareja un joven practicante, leyendo un libro.


-Si te doy una flor después la consigo rota…


La joven continúa con lo que parece ser otro verso de la misma estrofa, al mismo volumen y con la misma voz de tarro, como si se encontrara en la tina de su casa, al tiempo que observó su reloj de la misma manera descrita más arriba.


El bus avanza un par de metros, se detiene, y reanuda la marcha, como ha venido haciéndolo todo el tiempo. El sujeto mira a su reloj, solo como excusa para no mirar a la joven cantora. El caballero de adelante voltea su cabeza hacia delante y la mujer de enfrente vuelve a su posición cabizbaja.


- Tanto amor que te doy y creo que no te importa…Ya yo no aguanto más, tú me haces la vida corta.


Esta vez la joven aumenta la intensidad del cántico a seis hileras de sillas a la redonda, de manera que el adolescente se voltea a mirar hacia atrás al sujeto y a la joven cantora, y el sujeto tampoco puede evitar voltear a mirarla. Él observa la desnuda oreja izquierda de la joven y se da cuenta de que no salen cables de la otra.


El sujeto voltea de nuevo su cabeza hacia la izquierda con una sonrisa de desconcierto y observa que el practicante ha interrumpido su lectura, mirándolos a los dos. El sujeto no voltea a mirar a la pareja de ancianos, quienes probablemente siguen mirándole fijamente, con sus ceños fruncidos.


- Dime cuántas veces me dirás que no… Que te invito a una fiesta


El bus continúa su marcha lenta e interrumpida por el pesado tráfico sobre la Quince. El caballero se percibe notablemente incómodo con la cantora, y esta vez la mujer de enfrente ha volteado a mirar al sujeto, como instruyéndole de manera tácita, pero de alguna manera expresamente también, que haga algo al respecto, como si los actos de la joven cantora fueran responsabilidad suya. La pareja de ancianos empieza a murmurar rabiosamente. El sujeto torna su mirada hacia sus propias piernas, pensando en si debe acceder o no a las instrucciones de los demás pasajeros del bus.


- Que te invito a comer, que te llevo al trabajo, que si quieres beber—


- Oye…


El sujeto, aún cabizbajo, observando sus propias piernas, interrumpe el cántico de la joven. En efecto, súbitamente se calla y voltea a mirar al sujeto a los ojos, sorprendida.


- ¿Será que podrías… Por favor...?


El sujeto levanta su mirada y encuentra los maravillosos ojos de la joven, cristalinos y amplios como ellos solos.


- …


La joven se prepara para decir algo pero no lo hace. En un par de segundos, el sujeto completa su requerimiento:


- ¿…Cantar algo que yo conozca?


El caballero de enfrente se voltea con cara de histeria al escuchar esto último, y la mujer de enfrente alcanza a soltar un leve gemido de frustración. Los ancianos de atrás se miran estupefactos. El practicante voltea a mirar al sujeto y a la joven, pero vuelve sus ojos rápidamente al libro que tiene abierto entre piernas, aparentando no prestar atención a la situación. La joven sonríe y contesta:


- Algo… ¿Como qué, por ejemplo?


El sujeto mira a la mujer de enfrente, con rostro iracundo, acompañando al del caballero, quien vuelve a su posición natural, exasperado. El sujeto sonríe, y vuelve a mirar a la joven.


- No sé… Algo como… Por ejemplo… Bad Company… Foreigner… Bachman-Turner Overdrive… Algo así…


La joven no tiene ni idea de qué le habla el sujeto. Mira el espaldar de la silla de enfrente y hace una línea con el dedo índice de su mano derecha, de arriba a abajo. El sujeto observa dicho movimiento.


- No tengo ni idea de qué me hablas… - Ella vuelve su mirada al sujeto.


- Es rock – le contesta- … ¿Sabes algo de rock?


- Pues… - La joven vuelve a mirar a la ventana, y mira de nuevo al sujeto- Creo que me sé algo de Caifanes…


- Sí, de Caifanes está bien… Dale pues.


El sujeto vuelve su rostro hacia el frente. El caballero y la mujer están en lo suyo, o al menos retiraron sus miradas de la conversación. El adolescente parecía en lo suyo también.


- No… Ya me tengo que bajar…


El caballero suspira de alivio. La joven se pone de pie. El sujeto corre sus piernas hacia la izquierda para que la joven pueda salir de su puesto. Mientras ella pasa a su lado se miran brevemente.


- Chao…


- Chao…


Mientras la joven sigue su camino hasta el fondo del bus y se baja, el sujeto la sigue con su mirada, ladeado y sentado desde su puesto en el bus. El bus se encuentra detenido por el trancón y la puerta de salida ya estaba abierta, de manera que la joven baja inmediatamente. El señor calvo se estaba babeando a sí mismo con el rastro de baba que dejó en la ventana. Nunca se enteró de lo que acabó de pasar. La pareja de ancianos mira fijamente al sujeto, con sus ceños más fruncidos que nunca. El sujeto les sonríe y se dirige a ellos:

- ¿Qué? ¿Ustedes qué querían? ¿Frank Sinatra?


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